El imprevisible legado del MAGA

Hace 4 horas 1

Al cumplirse once intensísimos meses del segundo mandato presidencial de Donald Trump, es plenamente lógica la reflexión sobre si la evidente disrupción que está representando el movimiento MAGA (Make America Great Again) ha llegado para quedarse o durará lo que dure la magistratura de Trump.

Obviamente, mucho dependerá del futuro veredicto de las urnas. Una victoria del Partido Demócrata en las elecciones de medio mandato de noviembre del año que viene, aunque ésta se limite a conseguir una mayoría ajustada en la Cámara de Representantes, supondría un serio revés para la actual Administración y el fin definitivo de las especulaciones acerca de un hipotético tercer mandato de Trump, flagrantemente inconstitucional. Por el contrario, una revalidación de las actuales mayorías republicanas en ambas cámaras del Congreso supondría una vindicación de las políticas conservadoras y populistas del bienio 2025-2026 y unas buenas perspectivas del Partido Republicano cara a las elecciones presidenciales del 2028.

Pero aún queda casi un año para la siguiente cita electoral significativa y el actual inquilino de la Casa Blanca ha demostrado sobradamente que es capaz de sorprender a propios y extraños con una estrategia que combina una audacia sin apenas límites, la no admisión del menor error y una debilidad por la adulación sin límites.

Horizontal

Una persona sostiene un bolso MAGA mientras la gente asiste a la 113ª Gala Anual del Club Republicano Joven de Nueva York en Cipriani Wall Street 

ADAM GRAY / AFP

Sin embargo, tras la agresiva fachada se esconden en ocasiones atisbos de pragmatismo, como las rectificaciones en específicas políticas arancelarias hacia determinados países –por ejemplo, en China y Brasil– o limitaciones puntuales a las teóricas deportaciones masivas de migrantes en situación irregular, propiciadas por las tensiones en mercados laborales concretos.

Ante todo, lo que reflejan las encuestas como factor más perjudicial hacia la figura de Trump es la llamada affordability, básicamente el elevado precio de la compra, que, irónicamente, fue uno de los pilares de su exitosa campaña presidencial del año pasado. También llama la atención la irreprimible vocación de la Casa Blanca a permanecer open for business, es decir, a no desaprovechar las oportunidades que puedan presentarse para emprender negocios que beneficien al presidente y su entorno, incluyendo a los que contribuyeron generosamente a sus tres campañas a la presidencia del país.

Lo que nos lleva a lo que probablemente sea el legado del MAGA más susceptible de permanecer más allá del presente mandato de Donald Trump, que no es otro que una política exterior que abandone definitivamente el atlantismo como santo y seña de la actuación diplomática de Washington.

El abandono del atlantismo como eje de la diplomacia de Washington seguirá después de Trump

A toro pasado es fácil decirlo, pero Europa debió empezar a poner las bases de unas políticas autónomas e integradas de seguridad y defensa a raíz de la caída del muro de Berlín (1989) y la subsiguiente desintegración de la Unión Soviética. No tiene demasiado sentido, en efecto, que Estados Unidos siga conservando entre 80.000 y 100.000 uniformados en el Viejo Continente o que, como se ha puesto patéticamente de manifiesto en la guerra de Ucrania, tengamos que invertir en armamento norteamericano la parte del león del esfuerzo bélico europeo. Esa tendencia sí parece irreversible, con independencia de quien sea el futuro inquilino de la Casa Blanca.

Leer el artículo completo