Madrid
21/12/2025 22:34 Actualizado a 21/12/2025 22:42
Vox ha salido reforzado de las elecciones extremeñas de este 21 de diciembre con un resultado que supera ampliamente sus propias expectativas. La formación de Santiago Abascal ha pasado de cinco a once escaños en la Asamblea, más que duplicando su representación y cumpliendo un doble objetivo estratégico. Subir un peldaño más en su proceso de crecimiento sostenido y convertirse en un actor imprescindible para que el Partido Popular pueda formar Gobierno.
El ascenso de la formación ultra se produce tras una campaña de bajo perfil territorial, en la que su candidato, el hasta ahora poco conocido Óscar Fernández, ha optado por mantenerse a rebufo del liderazgo nacional, quien se ha volcado en las dos semanas de campaña con una presencia constante en la región y un mensaje muy definido. Equiparar al PP y al PSOE por los casos de presunta corrupción que afectan a ambos partidos y responsabilizarlos de los problemas estructurales que arrastra Extremadura. Una estrategia de polarización que ha terminado suponiéndole grandes réditos electorales.
Con once diputados, Vox tiene ahora la llave decisiva de la gobernabilidad. Y es consciente de ello. Desde esa posición de fuerza, Abascal tratará de obligar a María Guardiola -con quien las relaciones son muy malas- a asumir el paquete completo de medidas que defiende la extrema derecha, con especial énfasis en el rechazo frontal a la inmigración y en la oposición a las políticas vinculadas al Pacto Verde europeo, para condicionar al futuro Ejecutivo regional desde el primer día.
Abascal tratará de obligar a Guardiola -con quien las relaciones son muy malas- a asumir el paquete completo de medidas que defiende la extrema derecha, con especial énfasis en el rechazo frontal a la inmigración y al Pacto Verde europeo
Anoche, con los resultados ya consolidados, en Vox no descartaban ningún escenario para la ronda de negociaciones que ahora se abre. Incluso llegó a circular, aunque fuera en forma de amago táctico, la posibilidad de exigir la cabeza de la propia Guardiola como gesto de fuerza y advertencia. No se trata tanto de que esa exigencia llegue a materializarse como de exhibir músculo y dejar claro quién marca el ritmo. El malestar de Vox con la dirigente popular es, admitían fuentes del partido, “notable”.
Haber crecido más que el PP y, sobre todo, evidenciar que el tiempo de las mayorías absolutas ha quedado atrás y que la derecha ya no puede gobernar sin la extrema derecha es un elemento central en el relato que construye Vox. Por eso la formación no tiene prisa por iniciar —ni por cerrar— el proceso negociador. Saben que el tiempo juega a su favor y que la presión se concentra en el otro lado de la mesa. El PP y, en particular, su líder nacional, Alberto Núñez Feijóo, “no pueden permitirse un bloqueo prolongado” que el PSOE aprovecharía para desgastar su alternativa de poder.
En Vox mantienen, al menos por ahora, la idea de no reclamar ninguna consejería en el próximo Gobierno extremeño. Pero eso no implica una renuncia a influir. Entre sus exigencias figuran la presidencia de la Asamblea, un mayor número de senadores autonómicos y presencia en organismos públicos clave, como la televisión autonómica. “Desde fuera podemos ser mucho más duros y exigentes con el Ejecutivo de Guardiola que formando parte de él”, señalan algunas fuentes.
Lo ocurrido en Extremadura, sumado a los recientes movimientos en la Comunidad Valenciana, consolida la imagen de Vox como un partido al alza y con capacidad real para moldear las políticas autonómicas. Una dinámica que la formación ultra tratará de explotar en Aragón y Castilla y León, las próximas estaciones del ciclo electoral abierto este 21 de diciembre y en el que aspira a seguir estrechando el cerco sobre el Partido Popular con la mirada puesta en las elecciones generales previstas para 2027.

Hace 3 horas
1







English (US) ·