Estrategia al dictado

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22/12/2025 08:39 Actualizado a 22/12/2025 08:40

La reciente publicación de la Nueva Estrategia de Seguridad que guiará la acción exterior estadounidense durante la presidencia de Donald Trump ha sido interpretada, desde el lado europeo, como la oficialización de la ruptura trasatlántica. A partir de ahora, reconocen los antiguos aliados de Washington, Europa estará sola en el ámbito internacional. Seguramente, la literalidad del documento no deja margen para interpretaciones más esperanzadoras, y sin embargo, las razones que aconsejarían que Europa y su proyecto de unión política se pusieran en guardia contra la Nueva Estrategia de Seguridad tendrían que ver tanto con el contenido del documento como con la singular retórica que han empleado sus redactores.

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El presidente estadounidense, Donald Trump, en la Casa Blanca el pasado viernes

Evelyn Hockstein / Reuters

Y es que, por lo que respecta al contenido, el documento no es en sentido estricto una estrategia, sino un cajón de sastre: sus páginas están redactadas de tal forma que, llegado el caso, amparen bajo una débil apariencia de racionalidad cualquier decisión que adopte un presidente ebrio de su propia egolatría. Ateniéndose al documento, Trump puede declarar sus ambiciones territoriales sobre Canadá, Panamá y Groenlandia o proponer la conversión de Gaza en un complejo turístico, exigir que se le conceda el premio Nobel de la Paz o perpetrar actos de guerra contra Venezuela, humillar al presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, o respaldar sus posiciones alegando que Putin lo ha decepcionado, multiplicar los aranceles comerciales a China para afirmar una postura de fuerza o reducirlos por idéntico motivo. Para Europa, los riesgos de estas erráticas idas y venidas no son distintos de los que enfrenta el resto del mundo, y se cifran en la ruptura arbitraria de los equilibrios internacionales que, forjados desde la Segunda Guerra Mundial, han logrado contener innumerables conflictos regionales dentro de un sistema colectivo sin duda imperfecto, aunque hasta ahora eficaz para evitar otra guerra generalizada.

Es sin embargo en la retórica del documento donde asoma el mayor peligro para Europa porque es en ella, en esa retórica, donde Trump y su Administración dejan al descubierto la ideología desde la que la intentan dotar de alguna coherencia a la atropellada enunciación de ambiciones, lealtades, objetivos, intereses, medios y amenazas, disfrazada de estrategia de seguridad. Así, el segundo epígrafe se titula “What Should the United States Want?”, esto es, “¿Qué debe querer Estados Unidos?”. Lo llamativo es que ese conminatorio debe, que aparece subrayado en el encabezamiento del epígrafe, desaparece en el de los subapartados siguientes, en los que Estados Unidos, simplemente, quiere. El matiz ha pasado desapercibido, cuando lo cierto es que no es insignificante, puesto que, leído con atención, consigue resumir en una sola frase qué entienden Trump y sus leales por legitimación democrática del poder.

Según sucedía hasta su llegada a la Casa Blanca, se sobrentendía que el presidente de Estados Unidos, al haber sido elegido por una mayoría, estaba democráticamente legitimado para hablar en nombre del país, expresando lo que el país quiere. De acuerdo sin embargo con la retórica en la que está redactada la Nueva Estrategia de Seguridad, la interpretación parece haber experimentado una sutil transformación, y aquello para lo que estaría legitimado un presidente elegido democráticamente no es para expresar lo que un país quiere, sino para decidir qué es lo que un país debe querer. Por qué debe quererlo, eso no se aclara en el documento de Trump, aunque cabe deducir que es por eso, porque lo dice un presidente que ha sido elegido democráticamente. Un razonamiento que, como éste, podría tomarse por un grosero bucle argumental propio de fanáticos capaces de asaltar parlamentos, enlaza, por el contrario, con la siniestra deriva a través de la cual, pronto hará un siglo, algunos sistemas democráticos dejaron de garantizar el pluralismo y fueron transformados en instrumentos para perseguirlo.

Es pues ahí, en esa ideología que deja al descubierto la retórica de la Nueva Estrategia de Seguridad norteamericana donde se deja entrever el mayor riesgo para Europa, para su unión política y, en fin, para los sistemas democráticos en todo el mundo. Estados Unidos, dice Trump, debe querer que su gobierno apoye a los “partidos patrióticos”. Es decir, a unos partidos cuya estrategia no consiste sólo en destruir el proyecto de la Unión política, sino también, y sobre todo, en dictar, sí, dictar, qué es lo que Europa debe querer. 

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