Ni las advertencias del ucraniano Volodímir Zelenski, ni la insistencia del alemán Friedrich Merz, ni los incansables esfuerzos del equipo de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Los líderes europeos regresan a celebrar las fiestas navideñas a sus respectivos países sin haber logrado desencallar el plan de utilizar los activos rusos para entregar un préstamo a Ucrania. Después de más de dieciséis horas de negociaciones, la UE acordó durante la madrugada que no había manera de llegar a un consenso sobre un préstamo a través de los activos rusos y era hora de pasar al plan B. Al final, financiarán a Ucrania con un crédito de 90.000 millones, pero utilizando deuda conjunta avalada por el margen del presupuesto comunitario y utilizando los activos como la última capa de las garantías.
“Es casi una combinación de los dos modelos. Lo importante es que la necesidad urgente de financiar a Ucrania ahora está garantizada para los próximos dos años”, sostuvo la primera ministra danesa, Mette Frederiksen. En sus valoraciones, los líderes se esforzaron en defender el resultado, porque asegura las necesidades financieras de Ucrania para los próximos dos años, que era el principal objetivo de esta cumbre.
La clave de las negociaciones
Hungría, Eslovaquia y República Checa retiran su veto después de pactar desentenderse del préstamo
Sin embargo, pese a los discursos triunfalistas, lo innegable es que la conclusión también representa un fracaso debido al relato que la Comisión Europea y la mayoría de los mandatarios de los Veintisiete han promovido durante los últimos meses. De hecho, hasta el último momento, el equipo del Ejecutivo comunitario reiteraba que no quedaba otra que utilizar los activos rusos porque era también la opción moralmente más justa.
Ahora, Ucrania recibirá este préstamo de 90.000 millones de euros —sin intereses— que los Estados miembros recaudarán emitiendo deuda conjunta con aval el margen del presupuesto común de la UE y, en último lugar, les respaldarán los activos inmovilizados rusos. Porque, según lo aprobado esta madrugada, Kyiv no tendrá que devolver este préstamo hasta que Rusia haya pagado las reparaciones de guerra. Hasta entonces, estos activos permanecerán “inmovilizados” y la UE “se reserva el derecho de usarlos para repagar el préstamo, de acuerdo con la ley europea e internacional”. Todo, mientras el Consejo Europeo pide “continuar trabajando en los aspectos técnicos y legales” del préstamo usando directamente los activos rusos, algo que, evidentemente, queda aparcado en un cajón.
Lo lograron, eso sí, prometiendo a tres países díscolos —Hungría, Eslovaquia y, ahora, República Checa— que ellos quedan fuera de este esquema, que tendrán un tratamiento legal especial y que en ningún caso tendrán que responder de estos activos rusos. Lo hicieron en base al artículo 20 del Tratado de la UE sobre “cooperación reforzada”, que permite la formación de equipos de trabajo. Esta ha sido la clave de lograr el acuerdo, porque para emitir deuda conjunta se requería la unanimidad de los Veintisiete, y era la única manera de lograr que estos tres países se subieran a bordo.
“Hungría está totalmente fuera de este acuerdo”, sostuvo el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, el mejor amigo de Vladímir Putin en el continente. “Para mí es una decisión extremadamente mala que acerca a Europa a la guerra. Parece un préstamo, pero Ucrania nunca podrá devolverlo, por lo que es dinero perdido. Hay una cláusula de exclusión voluntaria para nosotros y somos inocentes”, protestó.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, defiende que él no tendrá nada que ver con el resultado de este acuerdo
NICOLAS TUCAT / AFPTodo se precipitó después de que durante todo el día los técnicos comunitarios y los belgas negociaran un texto de conclusiones de la cumbre que pudiera satisfacer las demandas de Bélgica. Principalmente, el primer ministro, Bart de Wever, reclamaba que los riesgos fueran totalmente compartidos y que el resto de países comunitarios firmasen un cheque en blanco para proteger y sostener a su país de cualquier tipo de represalia de Moscú. Pero cuando este nuevo borrador apareció en la mesa del resto de líderes fue evidente que no había consenso para ir tan allá. Según ha podido saber este diario, gran parte de los países no vieron claro tener que firmar que aportarían estas garantías ilimitadas.
Fue entonces cuando una idea que flotaba en el ambiente en las últimas horas fue recuperada del estante. ¿Y si no hiciera falta que Orbán y los suyos estén de acuerdo? ¿Y si bastaba solo prometerles que no tendrán que responder con garantías? Al final, los intereses del préstamo se pagarán con los intereses del presupuesto comunitario. Cuando quedó claro que Budapest se iba a subir a este tren, el equipo negociador recuperó la idea de la deuda común, que hasta ahora había sido un tabú. Pasadas las tres de la madrugada llegaba la fumata blanca, con Francia e Italia como instigadoras de esta segunda vía. La primera ministra italiana Giorgia Meloni, con buena relación con su homólogo húngaro, habría sido clave al potenciar esta salida.
Si el nacionalista flamenco Bart de Wever puede celebrar ser el gran triunfador de la noche resistir la presión por todos los frentes, uno de los grandes perdedores es sin duda el canciller alemán, Friedrich Merz, que había invertido un enorme capital político —llegó a cancelar un viaje a Noruega para cenar con De Wever y Von der Leyen— y que se había opuesto a la deuda conjunta desde el principio. Sin embargo, el conservador quiso sacar pecho de la decisión final. “Como pedí, Ucrania tendrá un préstamo sin intereses de 90.000 millones”, argumentó, sosteniendo que es un fuerte mensaje a Vladímir Putin de que Europa seguirá apoyando a Kyiv.

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